Sebastián Dellacha

Odio compartir el vestidor

A mi mujer le encantan los zapatos como a Kim Jong le gustan las bombas.

A los que piensan que no hay nada más horrible que compartir el placard con una mujer, les quiero decir que peor es compartir el vestidor.

Mi mujer me pidió que le haga un vestidor. No me quedó otra que aceptar. ¡Eso sí! Le puse una única condición: mitad para cada uno. Al día siguiente de estrenarlo ya era todo de ella. Llego del laburo y encuentro toda mi ropa desparramada por el piso. Las remeras, llorando por los rincones:

-¿Y ahora qué vamos a hacer? Dónde vamos a dormir….

Los pantalones persiguiéndome por toda la casa:

-Eh, Seba, ¡gato! (son joggings comprados en lugares clandestinos) ¿Qué esperás para decirle al vestido de novia de tu “jermu” que se raje de nuestra percha? Ahí vamos nosotros, amigo.

Los miro con cara de: “o me dejan de joder o llamo al ejército de salvación”, y enfilo para el vestidor, para ver si puedo hacer lugar. ¡No se puede! Primera fila, zapatos. Segunda fila, zapatos. Tercera fila, zapatos. Reviso los estantes… Zapatos. Arriba de la puerta… Zapatos. El piso, zapatos. Debajo de la cama, zapatos. Voy al hall, zapatos. Me fijo en el baño… Y, ¿adivinen qué? Sorete (tiren la cadena cuando van). Y en el resto del baño, obviamente, zapatos. Toda la casa es zapatos: garaje, quincho, altillo. Nos faltan los duendes que vienen de noche a arreglarlos a cambio de migajas de pan y hacemos el cuento con la enseñanza y todo.

¡Es así! A mi mujer le encantan los zapatos como a Kim Jong le gustan las bombas (de crema). Mi mujer ama los zapatos. Si la dejás, se pone tres por día. En casa debe haber más de mil zapatos, no te miento. No le alcanzan los días del año para poder ponérselos…

Tiene tantos zapatos que, si los llevo todos a una Volkswagen, ¡me compro un Vento y de vuelto me dan Gol!